Capitulo 22. Parte 4
Antonella:
Miro a mi alrededor sin saber por dónde empezar, hasta que llego a la cocina y aprovecho para lavarme las manos. De pronto, me sorprendo riendo como una desquiciada, hasta que mi propia locura me conduce a un gran ventanal. Entonces pienso que Diego lo tiene todo en grande, incluso la casa. Frente a mí se extiende el mar, hipnotizándome con su esplendor…
Sé que Diego me observa, pero no puedo evitar estar eufórica. La verdad es que no tengo idea de si, al ver mi comportamiento casi infantil, el amor que siente por mí empezará a desvanecerse. Sin embargo, no logro controlar esta emoción que me desborda; es como si cada detalle, cada instante, me llenara de una alegría imposible de ocultar. Y aunque una parte de mí teme su juicio, otra más fuerte disfruta intensamente de sentirme tan viva.
—Amor —susurra Diego acercándose a mi oído, con esa voz que siempre consigue erizarme la piel—, ¿te gusta el mar? Sus palabras me envuelven como una caricia, y, como es costumbre, este homb