El murmullo lejano de una motocicleta recorriendo la calle fue lo que sacó a Brooke del sueño. No abrió los ojos de inmediato. Permaneció inmóvil, con la respiración acompasada, envuelta en el calor familiar de unas sábanas ajenas que ya sentía como suyas. La habitación tenía ese leve olor a whisky, a madera antigua y a la colonia de Aleksei, una mezcla que se le había vuelto adictiva.
Sintió el roce de unos dedos deslizándose por su cintura. Una caricia lenta, ausente, como si él aún estuviera dormido pero su cuerpo no supiera soltarse de ella.
—¿Siempre te despiertas con cara de que has soñado algo prohibido? —susurró la voz rasposa de Aleksei detrás de ella, ronca aún por el sueño.
Brooke soltó una risa contenida, girándose lentamente para mirarlo de frente. Sus ojos, apenas abiertos, la observaban como si acabara de descubrir algo nuevo.
—Soñaba contigo —respondió ella, desafiante.
—¿Y era yo el bueno o el villano?
—Ambas cosas. Como siempre.
Él sonrió de medio lado, y la besó sin