Sin vuelta atrás (1era. Parte)
El mismo día
Málaga
Ramiro
Andrés se veía como un minino acobardado ante las amenazas de Camila; se encogía en la esquina de la sala como si cualquier ruido fuera a devorarlo. Pero yo ya había barajado dos soluciones: cortar el mal de raíz —eliminar a Iván— o aplicarle un escarmiento a mi cuñado Héctor para frenar las amenazas de Camila. Al verlo temblar, su indecisión me confirmó que no me acompañaría. No tardó en soltar su opinión, la voz débil como un hilo.
—Ya, Ramiro, veo por qué papá nunca pensó en ponerte al frente de las empresas, ni siquiera mamá. No mides los riesgos de tus acciones… —dijo, esa mezcla de desprecio y cansancio que siempre usaba para herirme.
Le clavé la mirada mientras apretaba el vaso con whisky; el cristal crujió bajo mis dedos.
—Eso se llama tener agallas —le escupí—, cosa que tú no conoces. Te escondes en tu puto restaurante y no te ensucias las manos.
Andrés dio un paso atrás. Su voz se quebró cuando respondió:
—Matar a Iván traería más sospechas sobre t