Lo que dicta el corazón (1era. Parte)
Unos días después
Ibiza, España
Camila
A pesar de la realidad brutal que se dibujaba sobre Iván, me negaba a aceptar que él seguiría preso. Mi padre, que conocía mi obsesión, fue claro: no quería que yo me consumiera por él, que olvidara vivir. En esa época yo no quería escuchar razones; no podía soportar la idea de abandonarlo. Reuniendo la mayor sinceridad que encontré le hablé sin filtros mientras lo veía agitar la salsa en la cazuela, como quien trata de normalizar lo imposible.
—Papá, sé que quieres lo mejor para mí —dije, clavándole los ojos—, pero no puedo pensar en el futuro si Iván sigue preso…
Se quedó un segundo en silencio, la cuchara detenida en el aire. Noté cómo la voz le temblaba antes de continuar.
—Camila, hay cosas que debemos aceptar, aunque no estemos listos —respondió, y al decirlo su voz se quebró; los ojos se le humedecieron—. Como lo hice con la muerte de tu madre… me partió el corazón, pero…—su voz se quebró.
—Seguiste con tu vida; aceptaste su partida— compl