El tiempo pasó con una velocidad imparable. Los meses se deslizaban uno tras otro como si no hubiera forma de detenerlos, y las tensiones dentro del reino se mantenían, aunque el amor entre Isabella y Alejandro seguía siendo una fuerza silenciosa que se extendía a lo largo y ancho de su vida juntos. En la superficie, todo parecía estar en orden: el reino se reconstruía, la alianza con Althar parecía más fuerte que nunca, y la paz, aunque frágil, parecía al alcance de la mano. Pero en las sombras, las conspiraciones seguían creciendo, y las intrigas entre los miembros de la corte no desaparecían.
Los días eran cada vez más largos para Isabella, que ya no encontraba descanso en las noches. Se mantenía despierta, revisando documentos, firmando decretos, enviando emisarios a tierras lejanas. Aunque se apoyaba en Alejandro, a menudo se sentía sola en la responsabilidad que cargaba sobre sus hombros. La corte de nobles era un hervidero de ambiciones y rencores, donde cada decisión que tomab