Me tomo unos segundos antes de volver al salón, lo suficiente para recuperar la compostura después del encuentro en el tocador. Ajusto la caída de mi vestido negro, respiré hondo y cruzo la puerta como si nada hubiera pasado. La música, el murmullo de conversaciones y las risas llenan el aire, envolviéndome en un ambiente que no logra atravesar el frío que aún llevo metido en el pecho.
Mis ojos buscan de inmediato a Alexander, y lo encuentro cerca de una de las barras, acompañado de Tiffany y Lu. Los tres hablan, y no me cuesta adivinar la razón. Tiffany, con su chispa inconfundible, debe estar soltando alguno de sus comentarios mordaces y llenos de gracia. Los ojos entrecerrados de Lu lo confirman; así miran siempre que Tiffany dice algo ingenioso.
Yo, en cambio, evito mirar a mi alrededor. No quiero arriesgarme a toparme con Camila. La sola idea de verla otra vez me revuelve el estómago.
Cuando los ojos de Alexander se encuentran con los míos, siento que él ve más allá de mí y un es