CAPÍTULO 58

Me deslizo en el asiento trasero de la limusina, con las piernas juntas, el vestido sirena ajustado como una segunda piel y el peso del collar descansando sobre mi clavícula, como si me recordara, con cada movimiento, que esta noche tengo que mantener la cabeza erguida. No tengo idea de a dónde vamos. Alexander ha sido deliberadamente críptico con respecto a la gala, y aunque lo he intentado disimular, en el fondo me carcome la incertidumbre.

Piense que con la partida de Kamal Kara de la ciudad por un tiempo, se había acabado mi racha de salones llenos de lujo, copas tintineando y sonrisas hipócritas de algunos que me miran como una casa fortuna y otros como si fuera un adorno caro. Pero me equivoqué. Otra vez voy sentada junto a Alexander, atrapada entre el calor de su presencia y el frío de saber que debo representar un papel en una aburrida cena.

Trago saliva y fuerzo una sonrisa frente al cristal tintado que refleja mi rostro. Debo ensayar. Tengo que mantener los labios en esa cur
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