POV ALEXANDER
La calma que me he prometido a mí mismo en la cocina, esa dulce distracción de preparar una cena mundana con Nicole, se rompe en el instante en que el ascensor anuncia la llegada de mi madre. El sonido de su entrada es digno de la tragedia griega que mi padre ha escrito con su vida.
Observo su figura deslizarse en el comedor. Elegante, inmaculada y, por un instante, me permito la esperanza estúpida de que no se fije bien en Aquiles. Pero claro que lo hizo.
Sus ojos, esos pozos fríos calculadores, pasan por Nicole, se detienen en la carne grasienta y el pan, para luego clavarse en Aquiles. El chico, a medio armado de su cena, se ha congelado. Puedo ver el terror en sus ojos, la instantánea comprensión de que la mujer que lo mira lo considera una mancha. Un anacronismo en su vida.
Noto la incomodidad de Aquiles. Veo cómo se encoge sobre sí mismo, encarnando la palabra "bastardo" que mi madre aún no había pronunciado. Yo sé que ella, con solo verlo, con solo notar esa simil