- ¡Estoy hablando de tus putas nietas! - grité.
- Yo no soy su madre. Yo crié a mis hijas.
- Muy mal, por cierto.
- Pequeña zorra descarada. - vociferó, incapaz de levantarse de la cama.
- Eres responsable de las niñas.
- No, no soy responsable de ellas. Estás muy equivocada.
- ¿Entonces quién lo es?
- Si no tienen un padre y una madre, nadie es responsable. Las dejo vivir aquí porque tengo un corazón muy blando.
- ¿Tienes un corazón blando? - Me reí burlonamente, incrédula ante su cinismo.
- Estas chicas siempre andan por ahí... Pronto aparecen. No hay razón para ponerse así de nerviosa, María. - Se puso de lado y volvió a dormirse.
Corrí a la habitación de Sandro y llamé. Abrió la puerta, sólo llevaba unos pantalones cortos holgados y el pecho desnudo. Tenía el pelo revuelto.
- Tú... ¿Estabas dormido?
- Intentando... - Afirmó, mirándome aún sosteniendo la puerta.
- Las chicas se han ido.
- Aparecerán pronto.
- Sandro, podría haberles pasado algo grave.
- ¿Como qué? - se rió - ¡Reláj