La inocencia de una mujer
—No tenemos que quedarnos debajo de un puente, esposo. —el hombre abrió ampliamente sus ojos para verle la cara sonrojada de su ahora mujer.

Si, por que así lo era, ella era su esposa ante la ley, y que bien se sentía pensar en ello, sin querer mostró una sonrisa pintoresca, mientras insinuaba a averiguarlo mas.

—¿Si? —

—Si, te llevaré a la vieja casona de mi abuela, ahí tengo mi propia habitación. —se mofó Gabriela.

Ji solo sonrió sutilmente, pues su corazón se había llenado de tanta alegría, una alegría que ni él sabía que podía sentir.

—Entonces vamos —dijo sin aparente emoción, solo él sabía que brincaba tanto su corazón.

—No es lujoso como la enorme Villa de tu familia, pero tendremos una cama y mantas para arroparnos. —Gabriela no sabía mientras hablaba que sus palabras eran efectos instantáneos en el hombre a su lado.

Ji estaba gratamente satisfecho por las palabras dichas por ella, pues sin darse cuenta, Gabriela ya lo incluía y hablaba en plural respecto a los dos.

—Vamos para
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