Alan estaba furioso porque yo no había regresado al hotel. Eso solo significaba una cosa para él: que estaba con mi supuesto amante, tal como se lo había hecho creer. Esperó el momento justo en que Melania salió y aprovechó para entrar a la suite, sobornando al personal del hotel como acostumbraba.
La puerta se abrió y él entró con esa seguridad enfermiza que siempre lo caracterizaba. En cuanto sus ojos se posaron en la urna de Tommy, todo se detuvo para él. La tomó entre sus manos y los recuerdos comenzaron a castigarlo.
Recordó cómo había preferido cuidar a Tiffany, la hija de Karoline, en lugar de estar junto a nuestro hijo. Recordó la donación de corazón que desvió porque pensaba que yo solo buscaba manipularlo, cuando los falsos informes que él mismo había leído hablaban de pequeños progresos y de que podía esperar otro donante. Pero nunca quiso reconocerlo. Era tan orgulloso que necesitaba culparme de todo.
—Tenías que haber insistido más, Aurora —masculló con rabia—. Tenías