El silencio que siguió a la pregunta de Julia estaba cargado de tensión. Max, con los ojos rojos por el llanto y la nariz congestionada, se quedó paralizado frente a ella. Reconocía esa voz. Reconocía ese rostro que, aunque no veía tan seguido, representaba un vínculo de sangre que su pequeño corazón identificaba como seguro.
—¡Tía Julia! —exclamó Max, lanzándose hacia ella con un sollozo desgarrador.
Julia dejó caer el paño que sostenía y envolvió al niño en un abrazo protector, sintiendo cómo el cuerpo pequeño de su sobrino temblaba violentamente bajo su abrigo húmedo. Y aún cuando en el pasado nunca le interesó acercarse realmente, cuando quería hacerlo sólo era para quedar bien con Alexander y ganarse su amor y su aprobación, ahora las cosas eran completamente diferentes, el cambio en ella era genuino y pensaba dejar atrás todo lo malo que hizo. Esther, a unos pasos de distancia, observaba la escena con la mano en el pecho, procesando que el niño "perdido" que acababa de entrar