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—Te quiero—susurró, llevando mi mano a su corazón, su contacto hizo que mi estómago se contrajera. Quería vomitar.
—Estoy sin palabras, Roberto—le confieso apartándome de él, Apreté mi mejilla interna para no llorar.
—Sé que esto no es usual, que tu profesor mucho mayor que tú se confiese, es raro—. pasó una mano a su nuca. Estaba nervioso—No quiero forzarte a nada y sé que a ti te gusta Jhon Ferrer—dijo agachando la cabeza y yéndose a sentar de nuevo, lo miré fijamente.
—¡Muy bien lo dijo, profesor! ¡Estoy en una relación con Jhon! —él alzo la mirada y puedo jurar que su vista se volvió oscura. —Pero, —lo interrumpí antes que dijera algo—, podemos hablar cómodamente en otro momento… Tengo que recuperar matemáticas y el semestre está a punto de terminarse.
Una risa tétrica que brotaba de su garganta me hizo temblar sobre mis propios pies.
—Eres demasiado tonta si crees que me voy a creer esto… —Roberto abrió el cajón de su escritorio, sacando consigo un par de fotografías. Eran de mí, en mi casa, en la escuela, en gimnasia… Pero, sobre todo una me dejó con el alma sobre mis manos. El maldito hijo de puta me había tomado fotografías, mientras estaba desnuda en el baño de la escuela. —Vamos a hablar después de clases. Espera mi llamada.
—¿Por qué me haces esto?
Pregunté rodeando mi cuerpo con mis brazos; el tipo se levantó de su asiento, tomó mis mejillas e hizo algo repulsivo que no pude evitar. Me besó.
—Lo hago porque te amo, ahora regresa a casa y espera mi llamada.
—Yo…alguna vez sentí algo por ti, —miente, Victoria, miente y salvaré de esto—, pero, fue hace demasiado tiempo, no puedo negar que me gustas y la idea de tener una relación con mi profesor que es mucho mayor que yo me aterra, —¡Hazlo mejor, maldita sea! ¡Este hijo de puta me puede matar aquí! Limpié mis lágrimas mientras temblaba aterrada—, sin embargo, creo que la idea del amor no me parece tan descabellada, si sencillamente me enseñas a amarte—mi corazón estaba tan agitado, siento sus labios de nuevo sobre los míos y un pequeño jadeo salió de su boca.
—Debes volver a clase, —me dice y respiro, aliviada, el sujeto agarró mis libros y me los entregó; mis mejillas aún estaban húmedas cuando salí de aquella oficina, confundida, mareada y con un nuevo problema.
¡Me quiero morir!
(***)
Al terminar el receso y escuchar todas las historias de Malka con su nuevo amorío, nos dirigimos al salón de matemáticas, al entrar pude ver que Roberto aún no estaba gracias a Dios adentro del aula, pero, mi buena suerte duró poco, porque él entró detrás de mí, segundos después, rozándome con una de sus manos haciendo que pegara un brinco de sorpresa.
No he sido capaz de contarle a nadie lo que sucedió hoy en su oficina, aunque la cabeza me dolía y sentía demasiadas náuseas, entendía que debía encontrar una solución a todo esto pronto y ponerle fin al acoso de mi profesor.
Durante la clase lo único que salía de mis labios eran suspiros, no podía concentrarme, mi mente divagaba, y no podía concentrarme en las actividades de cálculo.
—¿Señorita Jones, sería tan amable de pasar al pizarrón a resolver esta ecuación? —brinqué asustada al escuchar la voz de aquel pervertido que me tenía en sus manos.
Miré desesperadamente a Malka para ver si me ayudaba, pero, al parecer ella estaba mucho peor que yo.
—Profesor Roberto yo…—mis manos comenzaron a sudar.
—Me lo imaginé—hizo una mueca de disgusto—, siéntese y a la salida se queda—mis compañeros se burlaron de mí, pero, Jhon solo frunció la boca.
Al sonar el timbre para la hora de la salida comencé a recoger mis cosas, por nada del mundo me iba a quedar con Roberto a solas de nuevo, mis manos temblaban, sentía demasiada ansiedad que en cualquier momento podría desmayarme delante de todos.
—¿Qué crees que haces, Jones? —Expresó aquel hombre algo molesto.
—Irme, ¿no? —me crucé de brazos al responder. Roberto se dio la vuelta para cerrar la puerta con seguro. Todo mi cuerpo entró en alerta.
—Vicky, tengo que hablar contigo—me dijo rozando su mano con mi mejilla, esa sensación se sentía tan asquerosa.
—Pero, aquí no, Roberto, si alguien nos ve, me metería en problemas y a ti te despedirían—él asintió.
—Pasaré por ti hoy a las ocho de la noche a tu casa, ¿te parece? —lo pensé por unos minutos y le dije que sí, apretando el borde de mi falda.