CAPÍTULO 1
Mi maldito despertador suena de nuevo.
Llevo mis manos hacia mi rostro tratando de despertarme completamente, tengo dieciocho años, pero, a veces me comporto como una pequeña niña inmadura, ya que no quiero, —como es costumbre—, levantarme para realizar mis actividades diarias, como lo son: Ir a la escuela, soportar a Malka quien es mi mejor amiga con sus cambios bruscos de humor, diciéndome que rompió con su chico de la semana y ahora tiene un nuevo amorío, y según ella ahora si es el amor de su vida, además de soportar al profesor de matemáticas, diciéndome a cada momento que soy un asco en su clase.
Y es que no tengo la culpa que las matemáticas no me entren ni con vaselina. Aunque debo de admitir que sentí un flechazo por él al inicio del semestre escolar.
Escucho la voz de mi madre gritándome que ya debía bajar porque se me estaba haciendo tarde para llegar a la escuela, Isabel, una mujer española de cuarenta y siete años, y quien es enfermera en una de las mejores clínicas del país, mientras que mi padre, Gilberto Jones, un hombre norteamericano de cincuenta años de edad, quién es un farmaceuta reconocido en mi localidad, todos los estiman mucho, ya que siempre ellos se han dado a querer.
Toco el frío piso haciendo que mi piel se erice por el contacto con este. Miro el reloj y no puedo creer que han pasado quince minutos desde que me levanté y solo me faltan treinta para llegar justo a tiempo a la clase del profesor Roberto.
Maldigo por debajo para que mi madre no me escuche, al estar en la cocina veo que ha preparado tocino con huevos, y ella sabe perfectamente que es mi favorito.
—¿Otra vez vas tarde, Vicky? —dice mi padre frunciendo el ceño.
—¡Lo siento papá! sabes que levantarme temprano no se me da—, mis padres se miran entre ellos y solo sonríen.
—Bueno señorita, si quieres que te lleve, apresúrate que ya me voy—. Espeta, mi padre tomando las llaves de su coche, como puedo, le doy un último bocado, y corro detrás de él, tratando de alisar la falda del uniforme de mi escuela al mismo tiempo. Mi madre nos despide con un grato beso.
Al llegar a la secundaria solo faltaba tres minutos para que Miguel, el portero cerrara el portón del instituto. Vi a lo lejos, como Jhon, mi mejor amigo y que conocía de toda la vida, ya que su madre y la mía eran amigas desde la escuela, entrar a clases corriendo totalmente apresurado. Jhon se acerca a mi abrazándome fuertemente, porque teníamos un mes sin vernos.
—¿Cómo te fue en tu viaje, grandulón? ¿Cuándo has llegado a España? —le pregunto soltándome de su agarre.
—Lo mismo de siempre, Vicky, conocí unas chicas ni para que decirte, y llegué el día de ayer a Madrid. —pongo los ojos en blanco. Jhon era mi mejor amigo, pero, lo que sí tenía claro era que es un maldito mujeriego.
—¿Acaso algún día te vas a enamorar, gilipollas? —Jhon llevó su mano hacia su pecho, dándome a entender que mis palabras le habían dolido.
—¿Por qué me deseas el mal? —argumenta y sus palabras hacen que le dé un manotazo en la cabeza.
—¡Eres un tonto! —contraataco y en ese mismo momento suena el timbre de la institución, anunciando que las clases habían empezado, haciendo que Jhon y yo nos miráramos y saliéramos corriendo a nuestra clase de matemáticas.
Al entrar, puedo ver la mirada de Roberto encima de nosotros, ese señor era un amargado a pesar de ser un hombre tan joven que no pasaba de los treinta, su cabello castaño, sus ojos claros y su piel blanca como la nieve, le da un aire irresistible, pero, cuando Roberto abre la boca, toda la jodida magia se va al caño.
—¡De nuevo tarde señorita Jones! —gritó, tan fuerte haciendo que toda la clase se burle de mí rápidamente. Y es que era tan normal que este tipejo me acusara delante de todos de esta manera. Odiaba ser el centro de atención e intentaba pasar mi juventud lo menos visible posible, sin embargo, con este profesor era casi imposible ser la invisible del salón.
—Lo siento, profesor Arteaga, tuve que darle mucho amor a Victoria esta mañana, y como sabrá, estuvimos separados durante las vacaciones y mi polla ya la extrañaba…—interviene, Jhon, haciendo que Roberto me mirara con una cara de odio, que me incomodó un poco.
Durante toda la clase pude mirar la cara de reproche del profesor. Mi mirada busco rápidamente a Jhon para burlarme del aquel tipejo, no obstante, u golpe violento contra el pizarrón, obligó a toda la clase a quedar en silencio.
Levanté la mirada al escuchar los pasos del profesor Arteaga viniendo hacia mí—¿Crees que esto es gracioso, Jones?
Intenté girar mi rostro hacia el asiento de mi mejor amigo, pero, el sujeto delante de mí, golpeó con una delgada para mi mesa de trabajo, haciendo que todos los vellos de mi piel se erizaran rápidamente.
—¿Qué sucede, señor?
Gruñí entre dientes.
—Jhon… —Roberto llamó a mi amigo, —salga de mi clase y vaya a dirección…
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —Escupió el chiquillo colocándose en pie.
Roberto me miró sonriente.
—Pregúntele a su amiguita…
Minutos después el timbre sonó anunciado el receso, fui directo a la cafetería donde estaba mi amiga Malka junto a Jhon.
Malka es una chica de estatura promedio con caderas pronunciadas, tez morena y una cabellera envidiable, ondulada y negra.
—¡Como odio a ese hijo de puta!
Vomitó el chico junto a la morena.
—¿Le vas a decir a tus padres que reprobaste la materia de matemáticas?
Pregunté ganándome una mala mirada de su parte.
—Estás loca… Voy a matar a ese hijo de puta.
Mi corazón dio un respingo, no obstante, lo ignoré en el momento en que Malka comenzó a hablar.
—Esta noche, Aston Connor hará una fiesta, sabes que él es el chico más ardiente de toda la escuela, ¡tenemos que ir, Vicky! —dice mi amiga entusiasmada, mientras me mostraba la invitación en el móvil.
—¿Quién te ha dicho que él es el más ardiente? ¡Si no lo sabías ese soy yo! —contesta Jhon haciendo que Malka comenzara a burlarse de él.
—¿Bueno ya van a empezar con sus peleas estúpidas? —Vociferé hasta de sus por sus constantes berrinches; los dos quedaron inmediatamente en silencio.
—Deja y les pido permiso a mis padres, Malka, y así podremos ir con tranquilidad—. Mi amiga se abalanzó sobre mí, dándome besos.
—Quizás tengas suerte y pierdas la virginidad hoy, Vicky—, Jhon abrió los ojos con exageración, para luego tirarle las papas fritas que se estaba comiendo, sobre la cara a Malka, este hizo gruñó molesto, haciendo que todos nos miraran.
—¡Eres una zorra! —le gritó Jhon a Malka.
—¿Crees que será virgen toda la vida? —La morena se cruzó de brazos, y entendí que esto terminará en pelea.
—¡Dejen de pelear por mi maldita virginidad! — le rugí a los dos para que se callaran al fin.