**LEONARDO**
"Que arda el imperio."
Esa frase latía en mis sienes como un tambor de guerra mientras me abría paso entre la multitud. Cada murmullo se sentía como un zumbido venenoso contra mi piel, cada mirada, como una cuchillada silenciosa. Podía oler la expectación en el aire, como pólvora antes de la chispa.
Avancé, paso tras paso, como si el propio suelo temblara bajo mis pies, como si toda esta fachada de perfección estuviera a punto de derrumbarse y yo fuera la grieta que la partiría en dos. No importaba. Que cayera todo. Que se quemara.
Vi a Camila. Erguida, impecable, como siempre. Su vestido parecía inalterable, su sonrisa también... pero no sus ojos.
Cuando nuestras miradas se encontraron, la máscara de tranquilidad en su rostro titiló apenas. Pequeño, casi imperceptible, pero para mí fue suficiente. Sus ojos traicionaron la tensión que intentaba ocultar.
No aminoré el paso. No vacilé. Cuando estuve frente a ella, me incliné levemente, como si fuera a decirle una palabra de