**LEONARDO**
Mientras caminábamos por la playa, el aire salado impregnaba mis sentidos, pero lo único que realmente quería retener era el perfume de Andrea. Dulce, cálido, inconfundible. Un aroma que, sin darme cuenta, ya se había convertido en parte de mi mundo.
Mis pensamientos flotaban en el futuro, en lo que deseaba más que nada. Esto es lo que quiero. Esto es lo que siempre he querido. Estar con ella, construir algo real, sólido, donde no existieran sombras ni distancias. Donde pudiera verla reír todos los días, verla despertar a mi lado, amada, segura, feliz. Le tomé las manos con suavidad, permitiéndome transmitirle todo lo que anhelaba sin necesidad de palabras. Pero entonces, algo en mi interior se agitó. Una punzada de inquietud, una señal sorda que no podía ignorar.
Fue en ese momento cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo nocturno, tiñendo las olas con reflejos dorados y escarlatas. Sin embargo, yo no pude disfrutar del espectáculo. Algo en la periferia captó m