—No me gusta nada todo esto —refunfuña Alex observando a Aye entra en la boca del lobo. Todos estaban dentro de una camioneta a una calle del muelle viendo a la joven llegar al lugar y caminar a paso lento hacia un galpón. Más policías estaban a poco de allí, preparados para cuando den la señal para entrar, pero de igual forma, Alex no se encontraba tranquilo. No era fácil ver a su hija metida en medio de una redada, usada como cebo y solo rezaba porque no quedara en medio de una balacera.
—A mí tampoco —concuerda el morocho.
—A ninguno nos gusta —acota Lina—. Pero saben bien que es la forma más factible de atrapar a ese idiota y terminar con todo esto.
—Sigue sin gustarme —masculla Alex.
—Todo está demasiado silencioso para mi gusto —exclama Ian—. ¿Cuándo tendremos visual? —pregunta mirando a Gaby—. Solo podemos ver el frente y recuerdo lo fácil que le fue a Dany escaparse por agua.
—Estoy en eso —contesta el morocho con el celular en mano—. Correa, seguimos a ciegas —le indica en cu