Dante arrimó a Alina aún mas si era posible. Reclamó sus suaves y carnosos labios con extrema necesidad, devorándolos con gusto. Pasaron unos instantes y él se separó de ella. Sus ojos brillaban, perdidos por la pasión. Había alborotado su cabello durante el beso. Esa era su Alina.
—Puedes quedarte en la cama si quieres. Iré a ver a Ángel—comentó Dante.
Fue hasta la cuna de Ángel, quien aún dormía. Pareciendo sentirlo, el pequeño abrió sus bonitos ojos y lo miró fijamente. Cuando sintió que iba a llorar, Dante actuó.
—Ven aquí— habló él levantándolo. Lo meció un momento—Serás guapísimo cuando seas grande, no habrá chica que se te resista. Pero debes aprender de chiquito que tienes que respetarlas siempre. Serás un caballero ante todo ¿comprendes? — besó su mejilla con cuidado. Te amaré toda la vida.
—Serás un gran padre. Me alegro mucho que nos hayas encontrado— dijo Alina que estaba en el umbral de la puerta observándolos a ambos.
—Trataré de serlo. Aprenderé lo que deba aprender en