El amanecer en la mansión Bourth prometía ser el inicio de un día tranquilo. Enzo despertó temprano, su mirada se posó en Amatista, aún adormilada a su lado. Con un tono autoritario, pero cargado de un matiz juguetón, la instó a levantarse.
—Gatita, apúrate. Vamos al baño. Tenemos que estar listos para tu cita con el médico —dijo, mientras le daba un suave golpecito en el costado.
Amatista, a pesar de su pereza inicial, no tardó en seguirlo. Mientras se dirigía al baño, el teléfono de Enzo vibró. Al mirar la pantalla, frunció el ceño. La llamada era de uno de los empleados a cargo de las reformas del casino.
—¿Qué sucede? —preguntó con firmeza.
La voz al otro lado del teléfono sonaba nerviosa. La policía había llegado al lugar, exigiendo papeles y permisos. Enzo sintió que la tensión comenzaba a acumularse en su pecho.
—Tranquilo, enviaré los documentos en cuanto pueda —respondió antes de cortar.
Cuando llegó al baño, encontró a Amatista bajo el agua caliente. Al verlo, ella lo miró c