El amanecer apenas asomaba cuando Amatista despertó con una punzada de hambre. Se estiró en la cama y giró un poco para ver a Enzo aún dormido a su lado. Se veía relajado, su respiración era pausada, y por primera vez en días, no tenía el ceño fruncido.
Lo observó un momento, con una ligera sonrisa, y luego intentó moverse con cuidado para no despertarlo. Sin embargo, Enzo soltó un gruñido somnoliento y, sin abrir los ojos, murmuró:
—Gatita, vuelve a la cama…
—Tengo hambre —respondió ella en un susurro, acariciándole el cabello.
—Cinco minutos más… —pidió él con voz ronca.
Amatista rodó los ojos, divertida, y le dejó un beso en la mejilla antes de levantarse. Se puso una bata ligera y salió de la habitación en busca de algo para comer.
Bajó las escaleras con calma, ajustándose la bata mientras avanzaba por el pasillo hasta la cocina. Sin embargo, antes de llegar, se detuvo al notar que Alan, Joel y Facundo estaban cerca de una de las habitaciones, murmurando entre ellos con evidente d