La luz tenue de la mañana se filtraba por las ventanas, mientras Roque revisaba su teléfono. Había recibido un mensaje de Tomas y Eugenio temprano ese día. Las noticias eran claras: las imágenes habían sido manipuladas, y habían logrado rastrear una dirección IP que correspondía a una casa en las afueras de la ciudad.
—Deberías ir a averiguar quién pagó por el trabajo —sugirió Tomas durante la llamada.
Roque asintió al otro lado de la línea.
—Dame la dirección. Me encargaré.
Apuntó los detalles y cortó la llamada. Guardó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta y salió del lugar donde se hospedaba, decidido a llegar al fondo del asunto.
En la mansión del campo, Enzo despertó con el cuerpo pesado y un leve dolor de cabeza, todavía sintiendo los efectos del alcohol de la noche anterior. Se pasó una mano por el rostro y se levantó lentamente, dirigiéndose al baño para despejarse con una ducha fría.
El agua corrió por su cuerpo, pero no logró borrar la sensación de vacío que lo consumía.