Amatista se encontraba sentada en el despacho de Enzo, el ambiente cálido de la mansión Bourth envolvía la habitación, pero la inquietud en su pecho no la dejaba relajarse. Había entregado su diseño ese día, y aunque la espera por la devolución de los evaluadores estaba fuera de su control, no podía evitar sentirse nerviosa. Sus dedos tamborileaban sobre el cuaderno de bocetos cerrado, y su mirada se deslizaba sin rumbo, perdida entre los papeles sobre el escritorio. Enzo estaba cerca, pero su atención parecía estar en otro lugar.
—¿Crees que fui demasiado audaz con los colores? —preguntó, su voz más rápida de lo habitual. Aunque ya había entregado el diseño, su mente no dejaba de dar vueltas, buscando algo en lo que enfocarse.
Enzo no respondió de inmediato, su mirada fija en la copa de vino que sostenía entre sus dedos. Sus pensamientos parecían estar lejos, casi como si estuviera completamente ausente. Cuando por fin levantó la mirada, su respuesta fue automática, como si la pregun