Enzo llegó a la mansión de Franco Calpi sin titubear, con una determinación clara en su rostro. La mansión estaba rodeada de una atmósfera de lujo y exceso. Mujeres hermosas, vestidas con elegancia, paseaban por los pasillos, entre risas suaves y susurros, todas buscando atraer la atención de los hombres presentes, especialmente de los socios de Franco. El ambiente era cargado, una mezcla de juegos y negocios turbios. Los socios de Franco, algunos hombres conocidos por su poder en el submundo, observaban a Enzo con una mezcla de respeto y temor, sabían que el hombre que acababa de entrar no era alguien con quien jugar.
Franco, como siempre, no perdía su estilo. Sentado en uno de los sillones de su sala principal, rodeado por varias mujeres, su sonrisa juguetona era tan calculada como su fama. Se levantó al ver llegar a Enzo, y aunque el gesto era cordial, la tensión entre ambos era palpable. Franco sabía que este encuentro no iba a ser igual que las demás negociaciones que había tenid