La luz de la mañana se filtraba por las cortinas, acariciando el rostro de Amatista mientras permanecía acurrucada en la cama. Enzo ya estaba despierto, pero no se movía, observándola con una mezcla de ternura y deseo. Cuando ella abrió los ojos lentamente, dejó escapar un suspiro cansado. Habían pasado varios días, y ahora había llegado el esperado día de la presentación de Lune.
—No quiero levantarme... Estoy tan cansada —murmuró con la voz aún adormilada, escondiendo su rostro entre las almohadas.
Enzo se inclinó hacia ella, acariciándole la espalda con suavidad.
—Entonces quédate, gatita. Yo también me quedo contigo.
Amatista sonrió débilmente, sin abrir los ojos.
—Solo diez minutos más...
—Diez minutos, está bien —respondió Enzo, aunque el tono travieso de su voz la hizo dudar de sus intenciones.
Se inclinó hacia su cuello, besándola suavemente. Sus labios cálidos recorrieron la curva de su piel, dejando una estela de escalofríos. Amatista se estremeció y dejó escapar una risa ba