Amatista y Enzo llegaron a la mansión poco después de su cita médica. El auto se detuvo frente a la imponente entrada, y Enzo, como siempre, se apresuró a rodear el vehículo para abrirle la puerta a Amatista. Ella aceptó su mano con una ligera sonrisa, agradecida por su atención, y con cuidado salió del auto. Su vientre comenzaba a notarse más, y aunque todavía podía moverse con facilidad, Enzo no dejaba de protegerla en cada paso que daba.
—Gracias, amor —dijo Amatista, acomodándose el vestido mientras caminaban hacia la puerta principal.
Enzo le dedicó una mirada cargada de complicidad y añadió:
—No tienes que agradecer, gatita.
Al ingresar a la mansión, los recibió Roque, quien esperaba en el recibidor con una expresión seria.
—Enzo, tengo novedades —anunció, captando de inmediato la atención del jefe de la casa.
—¿Qué averiguaste? —preguntó Enzo, señalando con un leve movimiento que continuara.
—Investigamos a fondo a Rita, pero no encontramos nada sospechoso en su historial. Sin