Cuando la tarde ya caía, y la energía de Estrella empezaba a flaquear, la adolescente se acercó a Cynthia, agotada pero feliz.

—¡Mami, he aprendido muchísimo! Mathias y el tío Teo son los mejores maestros que he conocido.

Cynthia la abrazó, mirando a Mathias y a su hermano, que recogían el Scooter y bromeaban entre ellos. Había algo profundamente satisfactorio en ver a las personas que amaba construir lazos de esa manera. La promesa de Mathias no era solo para ella, sino para toda su familia. Y en ese patio, bajo el sol que se ponía, Cynthia sintió cómo esa promesa se extendía, abrazando cada rincón de su vida.

La vida era buena.

Hasta que su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó sin pensar, aún sonriendo, pero la sonrisa se le borró apenas leyó el remitente.

*Daniel: Quiero ver a las niñas el martes a las seis. Es en el mismo lugar del otro día. No pongas excusas.*

Cynthia tragó saliva. El brillo anaranjado del atardecer se volvió de pronto un peso en su pecho. Sintió el impulso de