Un domingo en familia, así empezaba el día para ellos.

El sol de la tarde madrileña se colaba por los ventanales de la hacienda de los padres de Cynthia, Don Esteban y Doña Esther, llenando el salón con una luz cálida y hogareña. El aroma a guiso casero y a café recién hecho flotaba en el aire, mezclándose con las risas de las niñas. Era el tipo de domingo que Cynthia atesoraba, un remanso de paz en medio de la semana.

Hoy, sin embargo, había una pizca de nerviosismo en el ambiente, al menos para ella. Era el día en que Mathias conocería a sus padres. Había hablado de él con tanto cariño, de la conexión que habían forjado, que la expectativa era alta. Y aunque su madre, Doña Esther, era un torbellino de bienvenida, y su padre, Don Esteban, un hombre de pocas palabras, pero mirada penetrante, Cynthia sentía una punzada de inquietud.

La llegada de Mathias fue... ruidosa. No por él, sino por la emoción que precedía su entrada. Unos minutos antes, mientras Mateo, el hermano mayor de Cynth