Una semana después de que Aleckey le regalara a Calina la tiara esta decidió visitar el convento a travesando el viento gélido de la tarde que se arremolinaba entre los árboles desnudos, sacudiendo las ramas con un murmullo helado. Calia caminaba con paso firme por el sendero que conducía al convento, su largo abrigo negro ondeando a su alrededor como una sombra errante. A pesar del frío, no se detuvo ni una sola vez. Había esperado demasiado para este momento.
La edificación se erguía imponente entre los campos cubiertos de escarcha, un refugio apartado del bullicio del reino. Aleckey había creado este convento para las monjas que la cuidaron, alejándolas de todos. Era un gesto que ella comprendía, pero que no podía agradecer del todo. Después de todo, sus emociones eran lanzadas al pozo negro donde se arremolinaba su deseo de venganza.
Atravesó la verja de hierro y sintió que la paz del lugar la envolvía. Algunas monjas caminaban por los jardines, envueltas en sus hábitos oscuros, m