KAESAR:
Porque una marca era solo el principio. La recosté suavemente sobre las pieles que cubrían el suelo de la cabaña, observando cómo el color regresaba gradualmente a sus mejillas. La marca brillaba con intensidad, pulsando al ritmo de nuestros corazones sincronizados. —Mi Luna —susurré contra su piel, trazando un camino de besos desde su cuello hasta su clavícula—. ¿Puedes sentirlo? La energía fluyendo entre nosotros. Kaela asintió, con un destello dorado en sus ojos que revelaba la presencia de Laila. Sus manos se enredaron en mi cabello, atrayéndome más cerca. —Es como fuego líquido —murmuró ella, arqueándose contra mí—. Como si cada célula de mi cuerpo despertara. Kian rugió satisfecho dentro de mí. La conexión entre nosotros se intensificaba con cada caricia, con cada roce. Podía sentir cómo su fuerza vital se regeneraba, alimentándose de nuestra unión. —Déjate llevar —le pedí, deslizando mis manos por sus costados—. Deja que la