KAESAR:
Porque una marca era solo el principio. La recosté suavemente sobre las pieles que cubrían el suelo de la cabaña, observando cómo el color regresaba gradualmente a sus mejillas. La marca brillaba con intensidad, pulsando al ritmo de nuestros corazones sincronizados. —Mi Luna —susurré contra su piel, trazando un camino de besos desde su cuello hasta su clavícula—. ¿Puedes sentirlo? La energía fluyendo entre nosotros. Kaela asintió, con un destello dorado en sus ojos que revelaba la presencia de Laila. Sus manos se enredaron en mi cabello, atrayéndome más cerca. —Es como fuego líquido —murmuró ella, arqueándose contra mí—. Como si cada célula de mi cuerpo despertara. Kian rugió satisfecho dentro de mí. La conexión entre nosotros se intensificaba con cada caricia, con cada roce. Podía sentir cómo su fuerza vital se regeneraba, alimentándose de nuestra unión. —Déjate llevar —le pedí, deslizando mis manos por sus costados—. Deja que laARTEÓN: La ceremonia para ser el alfa de la manada de los Arteones estaba en pleno apogeo cuando sonó la voz de alarma. Todos los lobos se pusieron en alerta. Para Arteón, el futuro alfa, era una interrupción que lo enfureció hasta que oyó el motivo: la Alfa Real estaba viva y había escapado. —¡Eso es imposible! —rugió—. Yo mismo escuché cuándo su corazón se detuvo. Alguien tuvo que robar su cuerpo. ¡Encuéntrenla! Enmudecidos ante el mando de Arteón, los lobos presentes comenzaron a moverse en sincronía, el miedo y la lealtad los guiaban por igual. Los ojos dorados del futuro alfa chispeaban bajo la luna llena, reflejando una mezcla peligrosa de furia y desconcierto. Era imposible, pero un inexplicable nudo en su instinto le gritaba que la situación estaba fuera de su control, y que trascendía incluso sus propias certezas. Los lobos se dispersaron en todas direcciones, olfateando cada rincón del territorio. Arteón sentía la sangre hervir en sus venas. Había planeado todo meti
KAELA:Miré a Kaesar. Por primera vez noté su enorme piedra del poder de los Alfas Reales en su frente. Llevé mi mano a la mía y noté que también estaba fuera, reluciente. Nunca me había sentido tan llena de energía vibrante en mi vida. Me sentía completa; no era humana, no era loba. Era una unidad, una licántropa Alfa Real. Kaesar me miraba con una amplia sonrisa, sintiendo lo mismo que yo. Ambos habíamos despertado todo el potencial de esa raza superior que todos admiran y temen a partes iguales. Éramos los últimos, y debíamos traerla a la vida. Y lo haríamos. —Gracias, mi Alfa —dije, acariciando su rostro—. No temas, estoy bien. —¿Seguro, mi Luna? Tuve tanto miedo de perderte para siempre y quedarme solo en este mundo tan cruel —respondió, abrazándome, como si tuviera la necesidad de sentir que era real. Me hundí en su abrazo, sintiendo cómo nuestras energías se entrelazaban, creando un aura dorada a nuestro alrededor. Las piedras en nuestras frentes pulsaban al unísono, como
KAESAR:Ambos sentimos el primer rugido unido que salía de nuestros lobos: Kian y Laila, nuestros Alfas Reales, estaban listos. El gruñido emergió de nuestros pechos, profundo y gutural. Era su modo de decirnos que éramos uno, listos para todo. No estábamos solos, teníamos a todos.Tomé a mi Luna de la mano y, decididos, salimos de la cabaña convertidos en nuestros lobos Alfas. Nuestro rugido emergió, avisando al mundo que los Alfas Reales estaban vivos y que irían tras ellos. Y como si la misma tierra respondiera a nuestro llamado, emergió delante de nosotros el ejército de veteranos del difunto Alfa Ridel.—¿Qué ordenan los Alfas? —preguntaron, inclinando la cabeza ante nosotros, reconociéndome también como su Alfa—. Ordenen y serán obedecidos.—Por ahora, solo queremos que permanezcan visibles para que la manada se si
KAELA:Miraba la actitud de Kaesar a mi lado, sintiendo cómo mi admiración y mi amor crecían a pasos agigantados. Él tenía la fama de ser un Alfa cruel a mi regreso, de no dar explicaciones a nadie. Todos le temían por ser el último Alfa Real y, sin embargo, aquí lo veía, protegiéndome con seriedad y respeto hacia los ancianos de mi manada.—Antes de contestar a esa pregunta —enfrentó al joven consejero—, primero debemos analizar lo que ha sucedido y no olvidar dónde nos encontramos, y que hay cosas más importantes que discutir que la marca de mi Luna.—Pero eso es una falta de respeto al Consejo, tomar esa decisión cuando todavía nuestra Luna no ha sido proclamada como tal —insistió el consejero.Pude sentir cómo la mano de Kaesar apretaba la mía, y los ojos de su lobo Kian brillaron al aparecer junto con u
KAESAR:El consejero nuevo palideció, retrocediendo hasta chocar contra el tronco de un roble antiguo. El anciano Marcus no se inmutó. Nunca antes había visto en él respeto, pero ahora lo percibía en su mirada, no solo hacia mí, sino también hacia mi Luna.—Nunca antes dos manadas se han unido sin derramamiento de sangre —dijo la anciana Liora, acercándose con paso lento—. Pero los dioses susurran en mis sueños. Esto ya estaba escrito.Aún en mi forma de lobo, avancé hacia el centro del círculo. Mi pelaje, negro como la noche, se erizó al cederle el control a Kian, quien alzó la cabeza y aulló. No era un sonido cualquiera; era el aullido de un Alfa Real reclamando lo que le pertenecía.Kaela, a mi lado, me imitó. Laila llamó a su manada, y esta respondió. Uno por uno, los lobos de los Guardianes y los Colmillos R
ARTEÓN:Miraba a mi madre sin poder creer lo que me decía. Era imposible. ¿Por qué no me dijo que los Alfas Reales podían fingir su muerte? No sé mucho de ellos; en verdad, casi nadie sabe, así que no estoy seguro de que lo que me acaba de decir sea cierto. Pero lo que sí sé es que mi primo, el alfa Kaesar, sobrevivió a mi ataque. Lo escuché claramente: el aullido llamando a su manada. Todos lo escuchamos, y ellos le respondieron desde todas partes de su territorio, lo cual me indica que vendrá contra mí.—Mamá, ¿estás segura de eso? Si en verdad Kaela está viva, fue mi primo quien la rescató. Ella debe haberle avisado con los superpoderes de los Alfas Reales. ¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —pregunté de nuevo, todavía sin poder creerlo. Escuché con claridad cómo el corazón de Kael
KAESAR:Habíamos regresado a la montaña, un lugar que pertenecía a ambos territorios. No dejé que Kaela aullara a mi lado para no alertar a cada manada de que estaba viva; era mejor que siguieran creyendo que había muerto. Que temblaran al saber que yo, el último Alfa Real, buscaba justicia. Mi lobo, Kian, rugía impaciente dentro de mí, sediento de venganza. Sentía cómo sus garras arañaban mi interior, exigiendo salir y destrozar a todos los que nos habían traicionado. Pero no. Esta vez necesitaba mantener el control. —Tranquila —le susurré a Kaela, a mi lado—. Nadie volverá a tocarte. Alcé la vista hacia la luna, sintiendo su poder atravesar cada fibra de mi ser. Los aullidos de mi manada resonaban como un coro de guerra, recordándome que no estaba solo. Que los Alfas Reales existimos por una razón: mantener el orden. Y mi primo había cruzado todos los límites. —Kian —murmuré, sintiendo el poder ancestral correr por mis venas—, pronto tendrás tu venganza. Sentí a Kaela move
RUFÉN:Toda mi vida había sido rechazado por mi familia. Mi padre, el Alfa Kisian, me recogió y me crió como su segundo hijo, pero nunca me consideró uno. Toda su energía estaba enfocada en Kisian, mi hermano mayor; su hijo biológico y un Alfa Real. Eso era todo lo que necesitaba para ser el elegido en todo. No importaba cuánto me esforzara, nunca era visto. Comencé a odiar a Kisian desde que era un niño, a pesar de que él me llevaba a todas partes y hacía que me respetaran. Lo odiaba con todo mi corazón. Lo peor vino después, cuando la mujer que eligieron para que se casara fue Artemia, quien resultó ser mi pareja destinada. Le rogué que no lo hiciera, pero lo hizo, diciendo que me dejaría estar con ella mientras él estuviera con su pareja destinada. Sin embargo, Lirael desapareció y Artemia nunca me aceptó. Mi furia fue tal que lo ataqué y casi lo mato con el veneno de los arteones, pero Artemia lo salvó, y mi padre me desterró de la manada. Todo este tiempo he estado uniendo fi