KAESAR:
Miré a mi Luna, que estaba pálida a mi lado. Fue cuando recordé lo que había vuelto a hacer, trasladarnos sin pensar. Lo mismo que nos había hecho caer en una trampa que por poco nos cuesta la vida.
—Tienes que dejar de hacer eso, mi Luna —dije atrayéndola—. Pero gracias, le diste esperanza a los míos. Solo les avisé que estaba vivo, no los llamé; esperarán a que lo haga. —Tu tío también te debe haber escuchado y todos nuestros enemigos, sobre todo los Arteones —dijo ella acariciando mi rostro—. Mañana llamaré al ejército de veteranos. La seguridad de la cabaña contrastaba fuertemente con la inquietud que invadía mi corazón. En el abrazo de Kaela, me reconfortaba. Mi Luna, tenerla a mi lado me brindaba un sosiego que no sabía encontrar en otro lugar. —Sólo hazles saber que vives, pero no saldremos por el mismo lugar que acabamos de hacerlo —sugerí recordando de que el alfa Ridel nunca lo hacía. —Tu papá siempre decía