86. ESTÁN VIVOS

KAESAR:

Dejé a Kaela durmiendo acurrucada en el regazo de su nana, que no había querido separarse de ella. A pesar de que todos los demás se habían retirado, mi agudo oído de lobo no dejaba de escuchar sus murmullos e interrogantes. Yo era el Alfa Kaesar; aún sin mi manada, tenía la experiencia que le faltaba a mi Luna, y ahora, al ser su esposo, era el alfa de ellos también. En mi mente ya había decidido quedarme a su lado y unir a las dos manadas si encontraba a los míos esparcidos por los bosques.

—Buenas noches —dije, sentándome en una piedra donde estaban todos alrededor de una gran fogata—. ¿Qué quieren saber?

Los rostros de todos se iluminaron al girarse hacia mí, y pude ver lo que todos temían preguntar.

—No sabemos si Ilán llamó a mi Luna porque la traicionó, o si alguien lo imitó y por eso caímos en la trampa. En realidad, no lo vimos al llegar; todo pasó muy rápido: a mí me atacó un mundo de lobos y a Kaela se la llevó Arteón —conté, viendo cómo susp
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