KAELA:
Lo miré fijamente, intentando controlar el temblor y el calor que me recorrían. En su mirada había algo que no había visto antes: una certeza cargada de ternura que aguijoneó mi corazón.
—Sí, estoy segura —afirmé con más convicción de la que realmente sentía. Kaesar soltó una suave risa que no era burla, sino la certeza de que le estaba mintiendo. Nos habíamos conocido de niños; nunca pude ocultarle nada. Él conocía mis emociones, podía leerme como un libro abierto; siempre pudo hacerlo. Sentí a mi loba, Laila, inquieta, consciente de que no podríamos resistirnos a él. Era nuestra mitad, nuestro compañero destinado por la diosa Luna. Pero, sobre todo, a pesar de haberle dicho que me había puesto supresores, él podía oler que no lo había hecho; estábamo