124. EL INTENTO DE TOMAR LA DAGA
KAELA:
El corazón me latía con fuerza, resonando con el eco de aquel latido que parecía emanar de la misma tierra. Los Jardines Sombríos, con sus sombras danzantes, susurraban secretos que solo los valientes se atrevían a escuchar. Cada paso que daba resonaba en el silencio, un acto de desafío personal contra el inmenso poder que se manifestaba ante mí.
La Daga del Infinito no solo era un arma; era un simbolismo de nuestra herencia, de una línea de sangre que nos hacía fuertes, invencibles. Las palabras de Laila reverberaban en mi mente, su voz llena de fuego y determinación. Nos habíamos preparado toda la vida para este momento, forjadas en la fragua de la adversidad.
Frente a mí, el guardián, una criatura de pesadilla, alzó su cabeza, y aunque carecía de ojos, sentí su roce helado en mi piel, como si pudiera verme a través de la penumbra. La tensión en el aire se hacía palpable, una cuerda tensada al borde de romperse.
—No eres más que un obstáculo —murmuré, desafiando el miedo q