KAELA:
El calor de su abrazo aún me rodeaba, incluso cuando mi abuela nos sujetó a ambos en un gesto que hablaba más que cualquier palabra. Su esencia, cálida y protectora, se mezcló con la nuestra, como si quisiera asegurarse de que habíamos vuelto siendo los mismos, aunque sabía perfectamente que no lo éramos. La batalla nos había cambiado.
—Sabía que lo lograrías, mi niña, sabía que lo lograrían juntos —dijo ella, finalmente soltándonos, manteniendo sus manos temblorosas sobre mis mejillas. En sus ojos brillaban lágrimas contenidas, reflejando años de sabiduría y amor incondicional. Me separé un poco de Kaesar sin soltar su mano. Nuestras perlas del poder seguían brillando tenuemente. El Valle Umbrío había quedado atrás, pero sus ecos aún resonaban en nuestros co