En ese momento, el móvil de Martina vibró en su bolsillo. Ella lo sacó y lo miró, y en cuestión de segundos, su expresión cambió ligeramente. Nada dramático, pero Clara lo notó.
Martina cogió el teléfono.
—Un segundo, chicas, tengo que atender esto.
Se alejó unos pasos, lo suficiente para que su voz se escuche apenas como un murmullo. Pero lo que Clara no pudo pasar por alto fue cómo Martina la miró de reojo mientras hablaba en voz baja.
Clara entrecerró los ojos, con esa intuición aguda que solo una amiga puede tener.
—¿Con quién habla? —preguntó en voz baja, girándose hacia Paula.
Paula se encogió de hombros, aunque una sonrisilla divertida le traicionó.
—No lo sé, pero esa carita de disimulo… eso huele a ligue.
Clara entrecerró aún más los ojos, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Tú crees?
—¿Acaso lo dudas? —Paula se inclinó hacia ella con expresión cómplice—. Mira cómo se ríe bajito… eso es “risa de mensaje coqueto”. Confirmado.
Martina volvió a la mesa en ese instante, con el