Capítulo 22

POV CLARA

Al otro día llego a la empresa con una energía renovada. Después de comer Hernán me volvió a llevar a casa y nos dimos algunos besos en su auto. Nada más, pero no pude evitar fantasear con él toda la noche.

Lamentablemente no pude obtener todas las respuestas que quería por culpa de mi desmayo, pero el hecho de que me confirmara que de verdad es un hombre lobo me dejó atónita. ¿En qué mundo estoy viviendo? ¿En qué me estoy mintiendo? Lo peor de todo es que, al saber eso, me sentí aun más atraída hacia él. ¿No debería estar aterrada? ¡Debería alejarme! Se ve que mi mente no capta lo que es el sentido de supervivencia, no sabe lo que es peligroso. O quizás, desde el accidente, ya no le tengo miedo a nada.

Me siento en mi escritorio y comienzo a trabajar, pero mi mente sigue dando vueltas a todo lo que sucedió. Mis sentidos parecen estar en alerta máxima: escucho conversaciones a distancia con claridad, los colores parecen más vibrantes, y puedo oler el perfume de Hernán en su oficina a metros de distancia. Habré tenido una buena noche de sueño.

Valeria aparece frente a mí y tira una pila de carpetas sobre mi escritorio. Me hace un gesto y desaparece por unos minutos antes de volver y tirar el doble de documentos.

—Estos son los archivos que Hernán pidió para juntar el departamento de marketing con el de ventas. Asegúrate de llevarle todo y que no se te pierda nada en el camino, es todo importante —dice, dando media vuelta—. Ah, por cierto, cuidado que está pesado y te veo muy frágil —agrega esbozando una sonrisa de víbora antes de seguir caminando con sus tacos ruidosos.

Pongo los ojos en blanco y me pongo a juntar todas las carpetas sobre mi regazo, pero llego a colocar todo y no es nada pesado, de hecho, podría poner muchas más.

Entro en el pasillo hacia la oficina de Hernán y, al llegar, veo que él está en medio de una llamada. Decido esperar en la puerta, pero antes de que pueda hacerlo, Hernán me ve y cuelga rápidamente, acercándose a mí con expresión preocupada.

—¡Clara, déjame ayudarte con eso! —dice, acercándose con prisa.

Levanto una mano, deteniéndolo.

—No te preocupes, Hernán. Estoy bien —respondo, moviendo las carpetas con facilidad mientras entro en la oficina.

Hernán se detiene, mirándome asombrado mientras coloco las carpetas en su escritorio sin esfuerzo.

—¿Estás segura de que puedes manejarlo? —pregunta, su tono mezcla curiosidad y preocupación.

—Sí, estoy bien —afirmo, y luego me doy cuenta de la extraña sensación que tengo. Mi piel parece hormiguear y mis sentidos están agudos, como si todo alrededor fuera más intenso—. En realidad, me siento... rara, como si tuviera más energía o algo así.

Hernán frunce el ceño, observándome con interés.

—¿Qué tipo de rara? —inquiere, empieza a recoger algunas carpetas que he colocado de forma ordenada.

—Como si pudiera hacer más cosas sin esfuerzo, y los colores y sonidos parecen más intensos —explico, encogiéndome de hombros.

Hernán asiente lentamente, rascándose la barbilla.

—Interesante —murmura—. Vamos a hablar de esto más tarde. Por ahora, me alegra que puedas manejarlo todo sin problemas. —Me mira con una mezcla de admiración y algo más, antes de cambiar de tema—. Gracias por traerme los documentos. ¿Te gustaría ir a almorzar más tarde? —pregunta, tratando de sonar casual.

—Sí, me encantaría —respondo, sintiendo que necesito entender mejor lo que está pasando conmigo—. Nos vemos luego.

Comienzo a caminar hacia la salida, pero él es más rápido que yo y llega justo para cerrar la puerta frente a mí. Esboza una sonrisa traviesa antes de tomar mi mano y acercarme a él de un tirón. Suelto una pequeña risita.

—Estás muy hermosa hoy —susurra en mi oído.

—Gracias —expreso—. Pero necesito seguir trabajando —agrego. Arquea las cejas.

—Ah, qué bueno que soy el jefe y yo exijo cuando debes trabajar —responde.

Hernán se inclina hacia mí, su aliento cálido acaricia mi cuello. Siento una oleada de excitación al ver su rostro tan cerca del mío. Sus ojos verdes brillan con una intensidad que me hace olvidar todo lo que hay alrededor.

—A veces se necesita un descanso para mantener la mente atenta —susurra con voz baja y seductora.

Antes de que pueda responder, sus labios se encuentran con los míos en un beso suave, pero apasionado. La intensidad de sus labios me hace sentir como si estuviera flotando, y no puedo evitar responder con el mismo fervor. Sus manos se deslizan hacia mi cintura, atrayéndome más cerca, mientras me siento envuelta en su calidez.

Con un movimiento ágil, Hernán me levanta ligeramente y me coloca a horcajadas sobre sus caderas. Mi sorpresa se mezcla con entusiasmo y risa mientras me aferro a su cuello para mantener el equilibrio. Siento su respiración contra mi piel y el latido de su corazón, que parece acelerado, resonando en mi pecho.

—¿Aún quieres seguir trabajando? —pregunta, con un tono mezclado entre diversión y deseo.

—Creo que... —empiezo a decir, pero sus labios encuentran los míos nuevamente, cortando mis palabras. La risa burbujea en mi pecho mientras me afianzo a él, disfrutando de la cercanía y la intensidad del momento.

Finalmente, cuando nos separamos, sus ojos están llenos de una mezcla de ternura y pasión. Me sostiene firmemente, sin dejar que me caiga.

Me lleva hasta su escritorio y me deposita sobre él con delicadeza, frotando nuestros cuerpos mientras continúa besándome de manera apasionada.

—Hernán… —gimo contra sus labios.

—¿Sí, preciosa?

—Te necesito —susurro. Él suelta un gruñido tan sexy que me calienta aún más.

—No te puedo desvirgar sobre un escritorio, mereces más que eso —expresa, haciéndome sonrojar—. Pero puedo darte un orgasmo —agrega, arqueando una ceja—. ¿Quieres un orgasmo, Clara? —Asiento con timidez—. Pídeme por favor.

—Por favor —murmuro.

—Por favor que te dé un orgasmo —exige, comenzando a subir mi falda hasta la cintura, y acariciando mis piernas hacia arriba, llenándome de emoción y ansiedad.

—Por favor, dame un orgasmo —suplico.

Me sorprendo cuando se arrodilla frente a mí, baja mi ropa interior con delicadeza y, acto seguido, hunde su lengua entre mis labios vaginales.

—Ay, m****a —suelto, apretando los puños con fuerza.

Jamás había sentido tanto placer en mi vida.

—Estás tan mojada, preciosa —murmura, volviendo a concentrarse en el punto justo para hacerme ver las estrellas.

Pienso que eso es lo máximo, hasta que siento cómo introduce un dedo en mi interior y comienza a moverlo con suavidad, lo mete, lo saca, lo mueve estando adentro… es una sensación indescriptible.

Continúa moviendo su lengua al compás de su manualidad y yo no puedo parar de gemir, olvidándome de dónde estoy.

Se pone de pie y comienza a besarme, pero trazando círculos firmes y rápidos sobre mi clítoris, haciendo que comience a tensarme al sentir que estoy por llegar al clímax.

Acelera los movimientos, provocando que culmine en menos de un minuto. Me derrito sobre sus brazos mientras doy ligeros espasmos hasta quedar completamente relajada.

Me da un último beso antes de volver a acomodar mi ropa con una sonrisa.

—Voy a tener que considerar una manera de llamarte más seguido a la oficina si esto va a seguir así —dice con una sonrisa juguetona.

Río suavemente.

—Vas a tener que pagarme el sueldo en forma de orgasmos —contesto. Él amplía su sonrisa y acaricia mi mejilla.

—Estaría encantado.

—Nos vemos luego para el almuerzo —digo, deslizándome suavemente de sus brazos y enderezándome.

Hernán me suelta con una última mirada intensa, y me hace un gesto hacia la salida de su oficina. Me aliso un poco la ropa antes de salir.

Decido ir al baño para tomarme un momento y calmarme. Mientras me miro en el espejo, noto que mi piel parece más luminosa y mis ojos, más vivos. Mis labios ligeramente hinchados y mis mejillas sonrojadas. No entiendo lo que está pasando, pero la sensación de poder es innegable. ¿Esto es lo que hace el amor? ¿El sentirse deseada puede cambiar tanto a una persona?

Me lavo las manos y me miro una vez más en el espejo. Siento una oleada de confianza que no puedo explicar del todo. Mi mente está llena de pensamientos sobre Hernán y todo lo que compartimos. Aunque la lógica me dice que algo debe estar mal, mi intuición me impulsa a aceptar este nuevo yo que parece florecer con cada momento que paso cerca de él.

Al salir del baño, me encuentro con Valeria en el pasillo. Me observa con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

—¿Todo bien, Clara? —pregunta, alzando una ceja.

—Sí, todo bien —respondo con una sonrisa—. Solo necesitaba un momento para refrescarme.

Valeria parece no estar completamente convencida, pero asiente y sigue su camino. Me apresuro a regresar a mi escritorio, mi mente ya anticipando el próximo encuentro con Hernán. No puedo evitar sonreír mientras me siento en mi silla, ansiosa por el almuerzo y la oportunidad de pasar más tiempo con él.

Un par de horas después, cuando estoy preparándome para el descanso, se acerca un hombre grande, tan parecido a Hernán que me dan escalofríos.

—¿Está Hernán? —me pregunta con tono despectivo.

En ese mismo momento sale el nombrado de la oficina y mira la situación con sorpresa.

—Papá… —dice acercándose al señor parado frente a mí—. ¿Qué haces aquí?

—Hijo, encontré a tu Luna.

Gale Spring

Empezamos fuerte 🔥¿Están listas para lo que se viene?

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