Capítulo 61. Quédate
Ella se quedó quieta, con la mano todavía sobre la manilla.
No se giró enseguida. Solo bajó la mirada, como si necesitara ordenar algo dentro de sí.
Podía verla debatirse.
La cabeza le decía que no, que irse era lo correcto, que lo nuestro debía ir con cautela.
Pero el cuerpo… el cuerpo no parecía tan convencido.
Al final, ganó el “no”, o eso pensé.
Porque soltó un suspiro y dio un paso hacia afuera.
Pero se detuvo.
Giró despacio, volvió a entrar y cerró la puerta con suavidad.
Sin mirarme.
Dejó el bolso sobre la mesa y se sentó en el sofá.
Se quitó las zapatillas, las empujó con el pie hasta un lado y apoyó los codos sobre las rodillas, mirando al frente.
No dijo nada.
Solo respiró hondo, como si acabara de rendirse a algo que había estado resistiendo demasiado tiempo.
Me acerqué despacio.
Me senté a su lado, sin rozarla, y le di un par de palmaditas suaves sobre el cojín, invitándola a subir los pies.
Ella me miró de reojo, con esa mezcla de ironía y ternura que solo ella sabía usar