Capítulo 46. El novio de Ginevra
El comedor estaba lleno de voces antes siquiera de que cruzáramos el umbral.
El sonido de cubiertos, el aroma a salsa casera y ese rumor de conversación en varios tonos que solo una familia italiana podía sostener sin perderse en el caos.
—Finalmente —anunció la Nonna, levantándose apenas de su silla—. Pensé que me harían almorzar sola.
—No te atreverías —replicó Ginevra, dándole un beso rápido en la mejilla.
—Mmm… depende del día —bromeó la anciana, antes de girarse hacia mí con una sonrisa llena de intención—. Leandro, querido, ven, ven, que te presento a todos antes de que el vino los haga insoportables.
Me acerqué, intentando parecer relajado, aunque el ambiente tenía algo de examen familiar.
—Nonna, por favor —protestó Ginevra—, no empieces.
—¿Empezar qué? —preguntó la mujer con aire inocente, antes de señalar a un hombre de mediana edad con el porte de quien está acostumbrado a tomar decisiones importantes—. Él es Francesco, mi hijo mayor. Y esta belleza a su lado es Amélie, su