Capítulo 44. Acurrucados
Ella apagó las luces del salón sin decir una palabra.
El resplandor tenue del pasillo guio sus pasos hasta la habitación, y yo la seguí en silencio, con esa sensación absurda de estar cruzando un límite invisible que ambos conocíamos demasiado bien.
No hubo invitación formal, ni miradas que pidieran permiso. Solo el gesto simple de verla destapar un lado de la cama y acomodarse entre las sábanas, dejando el otro libre.
Un gesto que decía más que cualquier palabra.
Me quité la camisa y los zapatos en silencio, con el corazón golpeándome el pecho.
Ella se dio vuelta, dándome la espalda, como si así dejara claro que no buscaba otra cosa más que descansar.
Aun así, su respiración era lenta, pero no completamente tranquila.
Me acosté detrás de ella, dejando un espacio prudente, ese pequeño abismo donde caben todas las dudas.
Durante unos minutos, ninguno de los dos se movió. Solo el sonido del viento colándose por la ventana abierta y el ritmo acompasado de su respiración llenaban la habit