El zumbido de las luces blancas del hospital es el mismo que acompaña a Ethan desde hace semanas. Se ha vuelto un sonido de fondo que ya no distingue del resto, como el tictac de su reloj o el suspiro silencioso de Clara sobre esa cama. Inmóvil. Ausente. Demasiado quieta para una mujer que alguna vez se río con todo el cuerpo.
Después del día en el que su mano se movió de manera casi imperceptible, no ha vuelto a dar señal alguna de que está ahí, probablemente escuchando todo lo que sucede.
Ethan había estado yendo cada día, llevando a Ava con la esperanza de que volviera a reaccionar de alguna manera, pero eso no había sucedido.
Ese día, sin embargo, no es Clara quien ocupa su mente. Es Margaret.
La mujer ha vuelto al hospital con más papeles, más amenazas, más gestos de dueña del mundo. Quiere a Ava. Exige la custodia de la niña como si fuera un derecho adquirido por la sangre, como si la ausencia de toda una vida pudiera ser borrada con una firma de abogado.
Ethan se siente sucio s