La lluvia tamborilea suavemente contra los ventanales del despacho. Ethan observa el gris opaco del cielo desde su escritorio, con una taza de café frío en la mano y un nudo cada vez más apretado en el estómago. Derek está sentado frente a él, rodeado de carpetas, papeles legales y una laptop abierta que parpadea con registros públicos, archivos antiguos y noticias locales del pasado. La tensión entre ambos no es de conflicto, sino de urgencia contenida.

—He rastreado todo lo que he podido sobre la familia de Clara,—dice Derek, deslizando una hoja impresa hacia él. —No hay denuncias, ni antecedentes legales, pero hay algo que no cuadra. Clara se fue de su casa a los dieciséis. No hay registros de emancipación legal, lo que significa que se marchó por cuenta propia. Y nunca volvió.

Ethan toma la hoja, lee las líneas con el ceño fruncido. En ella está su dirección de infancia, el nombre de su madre: Margaret Holloway, y el de una hermana mayor, de la que apenas hay datos.

—La hermana no