El olor a desinfectante lo recibe apenas cruza la puerta. Ethan camina por el pasillo del hospital con el corazón en vilo.
Cada visita es un eco de impotencia, cada paso lo acerca a una verdad que no entiende del todo, pero que lo persigue con la fuerza de una deuda moral.
Clara está ahí, inmóvil, suspendida entre dos mundos, y él siente que si no hace algo, si no desentierra lo que la quebró, podría perderla para siempre.
El cuarto está en penumbra. Clara reposa como una figura de porcelana sobre las sábanas blancas. Ethan se acerca en silencio y se sienta junto a la cama. Le toma la mano con delicadeza, como si el más leve gesto pudiera romperla.
—Hoy ha sido un día raro —susurra—. Derek encontró más pistas sobre tu pasado. Sobre por qué te fuiste. Pero nada concreto aún. Tu madre, tu hermana... ¿Qué te hicieron, Clara? ¿Qué fue tan terrible como para marcharte sin mirar atrás?
Se queda en silencio un momento. La observa. Sus facciones, incluso dormida, parecen cargar con un peso