Narra Olivia
Vi a mi hija perder el conocimiento y mi corazón se desgarró de miedo, pero al mismo tiempo no podía apartar la mirada del milagro que tenía entre sus brazos. Elion respiraba. Lloraba con la fuerza de cualquier recién nacido. Su energía, aunque dormida, estaba allí... oculta, esperando su momento.
—Estará bien —murmuré, acariciando la mejilla de mi nieto—. Ahora solo necesita a su madre... y a todos nosotros.
Las hechiceras sellaron el círculo, no para contener el caos esta vez, sino para proteger al niño y a su madre mientras dormían. Un silencio reverente cubrió la sala, y cada lobo, sabio y guardia se inclinó ante el heredero recién nacido de Royal Herd.
Elion aún era frágil. Su cuerpecito pequeño y tibio parecía sostener, sin saberlo, el peso de un mundo entero. Y, sin embargo, había logrado lo que generaciones de líderes no habían conseguido: unir a toda una manada con un solo llanto, con un solo respiro.
Esa certeza me calaba los huesos mientras lo observaba dormir