117. Los negocios son la guerra.

El chofer de Asad aparcó su vehículo frente a la casa de Amir e Irina. Se encontraba algo nervioso por la repentina aparición de Irina en la mansión de su jefe, si bien era cierto que ella no había dado señal alguna de haber escuchado su conversación, también la había adiestrado durante gran parte de su vida para fingir cualquier cosa frente a cualquier persona. Sin duda, era capaz de ocultar sus emociones incluso a él.

Aunque había aceptado la invitación a cenar con sus hijos, Asad se sentía como si estuviera caminando hacia lo desconocido. Se adentraba en un territorio emocionalmente complejo, directo a una trampa, pero jamás se había caracterizado por ser un hombre cobarde.

Entró en la casa con su paso habitual, apoyándose en su bastón, y fue recibido por Amir, quien lo ayudó a llegar a la sala mientras Irina se encontraba en el comedor preparando la mesa.

—Padre, qué sorpresa verte aquí —dijo Amir, intentando ocultar su asombro bajo una sonrisa cortés.

Asad asintió con solemnid
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