Irina fue vendida en una subasta de esclavos a Asad, un magnate del petróleo, quien la crió como si fuera su hija mientras la entrenaba para convertirla en su arma perfecta. Al crecer, Irina es utilizada para manipular a los hombres con su belleza y encanto, sirviendo así a los oscuros propósitos de Asad. Amir, el hijo biológico de Asad, crece enamorado de ella en secreto, atormentado por la culpa al creerla su hermana y acumulando un profundo rencor hacia su padre por todo lo que le obliga a hacer. Amir escala para hacerse poderoso lejos de Asad, liberar a Irina de las garras de su padre y enfrentarse a él en una lucha de poder por su libertad. ¿Logrará Amir salvar a la mujer que ama y poner fin a la tiranía de su padre?
Leer másIrina se pintaba los labios con un perfecto y llamativo tono rojo mientras observaba a su amante a través del espejo.
Por fin, podía dejar de fingir que estaba enamorada. La espera para terminar esa misión le había resultado eterna.— ¿A dónde te crees que vas? — le preguntó su amante.— Es hora de decirnos adiós — respondió Irina, terminando de subirse los tirantes del vestido y echando su largo y rubio cabello a un lado, sobre uno de sus hombros, para dejar su espalda al descubierto. Se movió hasta quedar de espaldas a la puerta que conectaba con la habitación, observándolo de frente con una frialdad que distaba mucho del gesto cariñoso, amable e incluso inocente que le había mostrado hasta entonces. — ¿Te importa abrocharme la cremallera, cariño?— Claro que me importa, no pienso salir del jacuzzi para eso y tú no deberías estar vestida. Queda mucha noche por delante todavía, vamos, vuelve a quitarte ese vestido y deja que disfrute de nuevo de tu cuerpo.— Ella no te estaba hablando a ti — aseguró la voz masculina de uno de los hombres de confianza de Asad, quien se dejó ver y salió de la penumbra. Se acercó a Irina, subiéndole la cremallera del vestido y dejando un delicado beso en su hombro izquierdo. — Encantado de ayudarte en lo que sea, preciosa — añadió, mientras otro hombre entraba rápidamente para apuntar con un arma al amante de Irina.— No te atrevas a disparar delante de ella — dijo el hombre que acababa de abrochar el vestido de Irina, cambiando completamente el tono de voz que había usado con ella a uno mucho más autoritario. Acariciaba el cuello de Irina con la nariz, inhalando su aroma y haciéndola sonreír.Sabía que la deseaba, y aunque jugaba con su deseo, él tenía claro que no debía pasar de ahí, Asad jamás lo permitiría.—Gracias por protegerme siempre —dijo Irina, girándose para acariciar la mejilla del guardia.Dejó un beso en su otra mejilla antes de salir de allí.Su padre, Asad, les había prohibido matar a nadie frente a ella.Tenía una extraña concepción de como debía protegerla: no le importaba mandarla a seducir a cuántos hombres necesitará embaucar, pero luego la sobreprotegía como a una niña pequeña con la excusa de mantener su inocencia.Esa inocencia se había perdido entre las sábanas de todos los hombres a los que había ayudado a hundir, aunque cada uno de ellos pagó con su vida la desfachatez de creerse merecedor de tocarla, o al menos esas eran las palabras que Asad usaba, casi como si odiara que ella se abriera de piernas para todo aquel que él mismo le ordenaba.Irina tomó su bolso y salió de la habitación en dirección al ascensor, ignorando los insultos del hombre que, de un momento a otro, cesaron, haciéndola sonreír.Sabía que los hombres de Asad habían terminado con su último amante, y con ello se acababa el espectáculo.Por fin, después de un mes entero fingiendo amor por ese cerdo, se había liberado de él para siempre, tras conseguir las pruebas que Asad quería desde un principio.—Aquí está todo —aseguró Irina poco después de subir a la furgoneta donde Asad la esperaba, como siempre que completaba un trabajo.Se metió una mano en el escote y sacó un pendrive con todo lo que se le había pedido, claves, cuentas bancarias, informes, fotos y una lista exhaustiva de socios de cada uno de sus negocios.—Siempre puedo confiar en ti, hija mía, lo ves, eres mi más preciado tesoro, mi arma perfecta, jamás podría desprenderme de ti —aseguró Asad. Irina sabía que era cierto; él nunca la dejaría marchar, lo había comprendido el día en que Amir desapareció.—No podría ser de otro modo, padre —respondió Irina, fingiendo una sonrisa. Toda su vida se había basado en fingir una y otra vez cosas que no eran ciertas, pero no tenía otra opción que esa, ella solo era una muñeca que siempre hacía lo que le ordenaban.Entonces Asad ya no respondió, sonrió satisfecho y tomó del mentón a Irina para acercarla a su rostro, dejando un ligero beso en sus labios y luego subiendo hasta dejar otro en su frente.Era extraño que ese hombre llenara a Irina de sentimientos encontrados.Por supuesto, no era su padre biológico; de hecho, ningún lazo de sangre los unía, pero sí era su creador, el responsable de la persona en la que se había convertido.¿No sería todo diferente si sus padres no hubieran muerto muchos años atrás, si ella no hubiera sido secuestrada y vendida como esclava?¿Seguiría siendo la hija menor de una poderosa familia rusa?Habían pasado cinco años desde la boda, y la vida de todos había cambiado de forma inimaginable. La familia había crecido, los sueños se habían realizado y el amor se había fortalecido. Para celebrar este aniversario tan especial, decidieron embarcarse en una aventura inolvidable: un viaje al Palacio del Sultán, un oasis de lujo y belleza en medio del desierto,.el lugar al que años atrás, varios de ellos habían llegado creyendo que era un secuestro para convertirse en una de las mejores experiencias de sus vidas.Con los ojos vendados y la emoción a flor de piel, llegaron uno a uno al destino secreto. William y Said fueron los primeros en quitarse las vendas, y al hacerlo, se encontraron frente a la imponente fachada del palacio. La majestuosidad del lugar los dejó sin aliento.Said contempló el palacio con nostalgia. En esos mismos muros había vivido uno de los mejores momentos de su vida: su luna de miel con Nadia, un viaje lleno de sorpresas y amor al encontrarse allí a Jamal y Wil
La pequeña capilla kitsch en Las Vegas brillaba bajo las luces de neón, un oasis de color en medio del árido desierto. Dentro, Said y William se preparaban para unirse en matrimonio, sus corazones latiendo con una mezcla de emoción y nerviosismo.Said ajustaba su traje azul marino frente al espejo, mientras William revisaba los detalles de su atuendo gris claro. La habitación estaba impregnada de la emoción que desprendían los dos novios a punto de dar el "sí, quiero".—¿Estás seguro de esto, William? -preguntó Said, ofreciendo a su pareja una última oportunidad por si se arrepentía a última hora.William sonrió con confianza.—Estoy seguro, Said. Este es el día que hemos estado esperando, y quiero que sea perfecto para nosotros... algo diferente, sin grandes preparativos, solo con la familia y las personas que nos quieren.En ese momento, Nadia irrumpió en la sala, radiante con su vestido blanco de novia, donde ya se empezaba a notar su barriga de embarazada de unos pocos meses. La f
Amir e Irina, con el corazón palpitando a mil por hora, atravesaron el umbral de la casa de seguridad en Estambul. La incertidumbre y el miedo que los habían acompañado durante las últimas horas se disiparon al instante al ver a sus seres queridos reunidos en la sala.—¡Said! —exclamó Amir, lanzándose hacia su hermano en un abrazo que expresaba toda la preocupación y el amor que había acumulado durante su separación. Said, con el rostro surcado por las emociones, correspondió al abrazo con la misma intensidad.—¡Irina! —gritó Nadia, corriendo hacia su amiga y estrechándola en un abrazo lleno de alivio y gratitud. Las lágrimas de ambas brotaron sin control, liberando la tensión y el miedo que habían estado conteniendo.William y Jamal intercambiaron una mirada de complicidad que reflejaba la alegría de haber superado juntos un momento tan difícil.La habitación se llenó de un murmullo de voces, de consuelo, de agradecimiento. La alegría del reencuentro era palpable, pero también se per
La noche caía sobre Estambul como un manto de terciopelo, envolviendo la ciudad en un silencio expectante. En el interior del opulento despacho de Asad, Amir, Irina y el propio Asad mantenían una tensa conversación, sus palabras resonando en el aire cargado de emociones. La revelación sobre la verdadera identidad de Said había sacudido a los tres hasta lo más profundo, dejando una estela de dolor, confusión y un atisbo de esperanza.Horas habían transcurrido mientras repasaban cada pista, cada detalle que pudiera llevarlos a desentrañar el misterio que rodeaba la desaparición de Said. La tensión era palpable en el ambiente, pero también se percibía una creciente determinación por encontrar al joven.De pronto, el silencio se vio interrumpido por la irrupción del mayordomo, su rostro serio y solemne como siempre.— Señor Asad — anunció con voz grave —, el señor Omar solicita verlo con urgencia.Asad se levantó de su asiento, sorprendido por la inesperada visita de su hermano a esas hor
La brisa fresca de la noche acariciaba los rostros de Amir e Irina al salir del aeropuerto, sus pasos resonaban en el pavimento presagiando lo que estaba por ocurrir. La ausencia de Said era un fantasma que los perseguía, sembrando dudas y temores en sus corazones, dudas que resolverían como fuera necesario.— ¿Dónde crees que pueda estar?— preguntó Amir, confundido por la situación ya que sus teléfonos móviles permanecían apagados.—Algo no está bien —respondió Irina—. Esto no puede ser una simple casualidad. Asad debe estar detrás de todo esto.Un escalofrío recorrió la espalda de Amir ante la mención del nombre de su padre. La oscura sombra de Asad se cernía sobre ellos, pero eso no lo detendría para salvar a su hermano.— Tenemos que encontrarlo —declaró con firmeza —. Si Asad lo tiene cautivo, lo liberaré. Y si algo le ha sucedido, no habrá mundo suficiente que se esconda.Subieron al auto conducido por Sven, quien arrancó el motor sin decir palabra. El silencio era opresivo, rot
Said reparó de inmediato en la ausencia del chófer cuando las puertas del avión se abrieron. Era inusual, pues su padre siempre enviaba a alguien de la empresa a buscarlo en sus viajes.—¿Has visto que no hay nadie esperándonos? —le preguntó a Nadia con el ceño fruncido.Nadia, igual de sorprendida, asintió y observó su alrededor con recelo.—Sí, es extraño. Tu padre nunca olvida estos detalles —respondió—. Además, este no es el aeropuerto de Estambul.Said examinó con atención el lugar que los rodeaba. Algo en ese aeropuerto le resultaba extraño. Un escalofrío de inquietud recorrió su cuerpo.—Algo no va bien —murmuró Said, sintiendo un nudo en el estómago—. Regresemos al avión.Nadia, comprendiendo la preocupación de su esposo, asintió sin rechistar y se dirigió de nuevo hacia la aeronave. Aquella situación era demasiado extraña e inusual como para ignorarla. Si algo sobre ellos se descubría, estaba segura de que corrían un peligro inminente.Jamal y William, que habían estado esper
Último capítulo