Durante el trayecto hacia el hospital, quien llevó el peso de la conversación fue, en su mayoría, Elian. Él parecía hacer un esfuerzo deliberado por mantener un diálogo ameno, lanzando comentarios ocasionales y preguntas que buscaban entablar un intercambio de palabras con Nadia. Sin embargo, ella apenas lograba prestar atención a lo que él decía. Su mente no estaba en sintonía con él, sino con su abuela, sentada a su lado en el asiento trasero. Todo su enfoque estaba dirigido a la mujer mayor, cuya salud la mantenía constantemente en vilo.

La abuela hablaba en voz baja de forma intermitente, como si su conciencia se deslizara entre el presente y los recuerdos de un pasado lejano. Mencionaba con frecuencia a los padres de Nadia, expresando su deseo de verlos pronto. A veces contaba anécdotas de tiempos remotos, describiendo escenas que Nadia no lograba reconocer como reales, sino como fragmentos de memorias distorsionadas o incluso imaginadas.

Algunas de aquellas palabras no tenían co