C84: Permíteme llevarlas yo.
Mientras tanto, al otro lado del continente...
La mañana se había presentado especialmente agitada en casa de Nadia. Desde muy temprano, ella se había ocupado de alistar todo para la visita médica de su abuela. La consulta era parte de una serie de controles que no solo eran fundamentales, sino que Nadia consideraba ineludibles. Se negaba a permitir que su abuela faltase siquiera una vez, convencida de que cualquier interrupción en el tratamiento podría tener consecuencias irreversibles.
Sin embargo, cuando ya lo tenía todo preparado —la bolsa con los documentos, el suéter abrigado de su abuela, incluso un termo con infusión caliente—, el chofer habitual de la familia se acercó a ella con el ceño fruncido y una evidente incomodidad en el rostro. Le explicó que el automóvil tenía una falla mecánica considerable y que debía llevarlo urgentemente al taller. Con sinceridad, le dijo que esa mañana no estaría disponible para transportarlas.
A pesar de que el hombre se disculpó varias veces,