Jared entrecerró los ojos al ver el anillo. Se inclinó ligeramente hacia adelante, esforzándose por enfocar mejor la joya, como si no pudiera dar crédito a lo que estaba viendo. Reconocía esa pieza. Sabía perfectamente a qué familia pertenecía ese anillo, pero su mente se resistía a aceptarlo.
Sin pensarlo demasiado, alargó la mano y, con un gesto brusco, tiró del collar para acercar más el anillo a su vista. El movimiento fue rápido y lleno de una fuerza innecesaria. La cadena, delgada y fina, no soportó la presión. Se tensó con violencia alrededor del cuello de Nadia y, tras un breve y agudo chasquido metálico, se rompió de forma abrupta, como si algo frágil se desgajara sin remedio. El sonido de los eslabones partiéndose resonó en el pasillo con una crudeza inesperada, haciendo que el corazón de la joven diera un vuelco.
El anillo cayó en la mano de Jared, pero el collar quedó colgando, inerte, como una serpiente sin vida, aún tibio por el calor del cuerpo de ella.
Nadia se estreme