C109: Te dije que tienes que sonreír.
Jared prácticamente arrastró a Nadia hasta el auto. La sostuvo con fuerza por el brazo, sin detenerse a mirar su rostro, sin reparar en el temblor que recorría su cuerpo ni en la forma descompuesta en que apenas lograba mantenerse en pie. Caminaba como una muñeca rota, llevada por una voluntad ajena, con los ojos vidriosos y la respiración entrecortada, tratando de reprimir las lágrimas que amenazaban con brotar sin permiso. Cada paso era una humillación, cada segundo una renuncia más profunda a todo lo que había soñado para sí misma.
Él no aflojaba el ritmo ni la presión de su mano, como si temiera que ella pudiera escapar, como si el control físico fuera lo único que aún le garantizaba obediencia. Ella no se resistió, no porque estuviera de acuerdo, sino porque simplemente ya no podía más. No podía coordinar muy bien sus movimientos. Sentía las piernas entumecidas, como si ya no le respondieran. La cabeza le giraba con vértigo, rabia y tristeza, y el corazón… el corazón parecía hech