La recepcionista se quedó estupefacta y miró atónita al oírlo, obligándose a no poner los ojos en blanco, pero ya se había quedado sin habla.
Lorena enarcó una ceja, todavía algo tranquila, y le dirigió una mirada superficial, suspirando suavemente:
—María, si te gusta, ve tras él, nadie te detiene.
La implicación era que era inútil que viniera y se molestara.
Después de todo, no era Lorena la que estaba alcanzando a Polo.
El ascensor exclusivo estaba custodiado por un guardaespaldas en el exterior, ella no podía entrar.
María dio un pisotón de mala gana y sólo pudo observar cómo Lorena entraba en el ascensor y subía.
Llamó a Juan quejándose, sollozando:
—Hermano, a Polo le gusta la cuñada, qué debemos hacer, no puedes dejar que la cuñada se acerque demasiado a él...
Juan siempre había querido a la hermana enferma.
También era increíble saber que realmente le gusta el Polo.
Pero pensaba de otra manera.
Si Polo estaba con su hermana, ¿no estaría buena para Lorena?
Juan tranquilizó a Mar